Estaba sola en el comedor, sentada en la silla de siempre, con los codos apoyados en la mesa y la mirada fija en el papel en blanco.
El reloj de pared le indicaba, con su incesante tic-tac, que el tiempo no esperaba.
¿Había sido inútil?
Eso sería demasiado absurdo. Increíble.
Todo empezó una tranquila mañana de septiembre cuando, conectada a Internet, leyó la convocatoria de un concurso de relatos breves. La trama debía girar en torno a un asesinato.
Pero ¿qué sabía ella de eso? ¡Jamás había querido matar a nadie!
Es cierto que había personas que le habían hecho daño y a las que había deseado algún mal, pero... ¡de ahí a matar!
No tenía ni la más remota idea de qué debía sentir un asesino antes, durante o después de cometer un acto tan terrible.
¿Cómo escribir, pues, sobre algo totalmente ignorado?
¡Pero le apetecía mucho participar en ese concurso! ¡Debía documentarse de algún modo!
En ese instante, su mente se nubló, se rompió su racionalidad y, como si fuese algo de lo más normal, decidió probarlo: "Mataré"
"Luego podré relatar cómo lo he hecho y qué he sentido"
Desde aquel momento dejó de pensar. Sólo actuó. Como siguiendo al pie de la letra el guión escrito por algún demente, fue al cajón de las medicinas, buscó lo más fuerte que encontró y bajó a la cafetería de la esquina.
Con el rostro inexpresivo, dio una rápida mirada a toda la gente que estaba en el local y se sentó a la barra.
Pidió un café y, en un descuido del camarero, en un gesto desapercibido, vació un tubo de antidepresivos en un refresco que estaba a punto de ser servido.
Ni siquiera sabía para quién era.
El azar quiso que su víctima fuese una chica de unos 17 años. Bebió un par de sorbos y comentó a su amiga "sabe un poquito a anís" pero siguió bebiendo despreocupada mientras hablaba y reía.
Desde la barra, ella no podía apartar la vista de aquella mesa.
Cuando la muchacha dijo que se mareaba y se desvaneció, ella se fue corriendo a su casa.
Llegó como sonámbula.
Tomó papel y bolígrafo, pero no podía escribir nada...
...
Estaba sola en el comedor, sentada en la silla de siempre, con los codos apoyados en la mesa y la mirada fija en el papel en blanco.
El reloj de pared le indicaba, con su incesante tic-tac, que el tiempo no esperaba.
...
De la calle le llegó el sonido de una ambulancia. Voces. Gritos. ¿Cuánto rato había pasado?
Era martes, 4 de octubre de 2005, 22:30. El término para presentar el relato en el concurso había finalizado ya y ella había sido incapaz de escribir ni una sola palabra.
Eso sí, sentía un terrible asco de sí misma.
Empezó a temblar... las sacudidas eran, en un principio internas. Luego fueron las piernas, los brazos... todo su cuerpo se agitaba convulsivamente.
¿Cómo había podido hacer aquello?
perdona però, ets tú qui diu que no sap escriure? estàs de broma oi!!!!
ResponEliminaT'ha agradat? :-)
ResponEliminaVa ser per un petit concurs d'un grupet d'internet... i no vaig quedar pas gaire bé, la veritat jajaja