Sí, yo soy Annie

Vaig escriure aquest relat el 18 de juny de 2005 per un petit grup d’Internet en el que participava. Segons les bases, l’escrit havia d’estar relacionat d’alguna manera amb el Cinema i jo, que no en sóc gaire aficionada, tret del meu Hitchcock i algunes pelis per l’estil, no vaig tenir altre idea que posar-me al lloc de la prota d’una peli que m’agrada mooooooooooooolt. I si algú creu que la peli en qüestió (el nom de la qual no penso dir perquè en aquell concurs tampoc es deia) és una cursilada, tant me fa :-)



SI, YO SOY ANNIE

El despertador sonó a la hora habitual. Medio dormida aún, me dirigí hacia el baño pero, al abrir la luz, me llevé un susto tan grande que di un salto hacia atrás, perdí el equilibrio y caí.

Me levanté despacio... ¡No podía ser!... ¡La imagen reflejada en el espejo no era la mía!
Atónita y asustada miré a uno y otro lado varias veces mientras murmuraba palabras, en inglés, casi sin darme cuenta.
Caminé hacia el recibidor. Allí había otro espejo. Lo que vi era exactamente lo mismo:
Yo no era yo.
Yo era Meg Ryan.

Aún no me he despertado -pensé- y todo esto es un sueño. Sonreí.

Mi melenita color castaño era ahora larga y rubia, unos preciosos ojos azules iluminaban mi mirada y mi nueva figura era más alta y esbelta. Hice unos movimientos de pasarela ante el espejo...

Bruscamente, el encanto se rompió y noté una punzada en el corazón. Una sensación de ansiedad me invadió.
¿Dónde estaba? ¿Qué día era? ¿Qué hora?
¡Hoy es 13 de febrero! ¡Es mañana! ¡Mañana!
Me arreglé rápidamente, llené de cualquier modo una bolsa de viaje y me fui al aeropuerto.

Nueva York era mi destino.
Empezaba una carrera contra el crono.

Llegué al día siguiente, avanzada la tarde, ya había oscurecido.
Tomé un taxi hacia el Empire State.
La idea de no llegar a tiempo me angustiaba y no podía dejar de mirar el reloj.

Desde lejos pude ver como las ventanas iluminadas del precioso edificio dibujaban un corazón rojo...

El auto casi no avanzaba, colapsado en un atasco terrible, y yo, que me sentía más nerviosa a cada momento, bajé e hice el último tramo corriendo.

Por fin, emocionada y casi sin aliento, crucé la entrada.
Tuve que convencer al empleado para que me dejase subir al mirador. Era tardísimo y ya iban a cerrar.

Subí. Salí. Hacía frío. No había nadie. Absolutamente nadie.
Todo había sido inútil. Estaba realmente triste... Suspiré desalentada...

Entonces vi la mochila en el suelo, la recogí y, en aquel preciso instante, se abrieron las puertas. Eran ellos. Nos miramos... y fue como magia.
No eran necesarias muchas palabras, la emoción de nuestros rostros lo reflejaba todo...

- ¿Eres tu? -Me preguntó Sam.
- Soy yo, -respondí.
- ¿Eres Annie? -insistió Jonah.
- Si, yo soy Annie -dije.

Ahora, pasados los años, puedo decir que no me equivoqué.

Annie Baldwin. (De soltera, Annie Reed)